Centenari de Digdora Alonso
Acaba l’any i volem recordar una gran figura de la poesia i pedagogia de Matanzas, quan just encara celebrem el centenari del seu naixement.
Digdora Alonso González
Destacada personalitat de la pedagogia a Cuba. Professora i també assagista. Una de les veus més prestigioses de la poesia cubana. Professora de l’Institut de Segon Ensenyament de Matanzas i de la Facultat Obrera i Campesina Julio Antonio Mella. També, Doctora en Filosofia i Lletres.
Va néixer a Matanzas el 20 d’agost de 1921 i va morir a la mateixa ciutat l’1 de juliol del 2007.
Dulce Maria Loynaz la qualifica com una de les veus més importants de la poesia cubana.
Va fer treballs crítics i reflexions sobre la fusió de ciència i art, temes de rellevància universal per a la cultura del país.

És autora, entre d’altres, de les obres: Para leer la Rosa Blanca, Casi invisible al atardecer, Bajo el hongo, En las márgenes del diario i Bajo el cielo de adentro.
Entre els reconeixements que va rebre al llarg de la seva trajectòria, en destaquem alguns com ara: Distinció Per la Cultura Nacional, Distinció Per l’Educació Cubana i Finalista en el Concurs Casa de las Américas.
Loreley Rebull León, escriptora matancera i cap de cultura del Casal Catalán “Gener i Guiteras”, va dedicar unes emocionants paraules a Digdora Alonso González, que va ser la seva professora de literatura:
Refugio de golondrinas
A Digdora Alonso:
Como ángel cierto entro en nuestras vidas, llevaba consigo su carga poética y nos hizo sonar con puestas de sol sobre el pan de Matanzas y amaneceres rojos en El Abra dormida.
Sus ojos claros cambiaban con el tiempo, a veces en verano eran lagos suecos, sobre todo cuando los dejaba vagar por encima de los viejos pupitres y nos miraba con esa ternura de madre. Otras veces eran casi grises, tal vez por la melancolía.
Poco a poco nos fue adentrando por los laberínticos senderos de la Literatura y con suavidad nos guiaba hasta lograr ver la luz. Nos brindó Un amor de Swann junto a Marcel Proust y nos llevó por el camino del tabaco para conocerlo en toda su belleza, sin dejarnos seducir por los cantos de sirena que trataron de envolvernos tantas veces.
Viajábamos con ella por el mundo maravilloso de la poesía, donde podíamos ver bambolearse al Albatros y nos deteníamos de vez en cuando en algunas estaciones donde reinaba la prosa, entonces Balzac se acercaba a nosotros para que conociéramos a Quiroga que conversaba amigable con Lope de Vega.
No era necesario abrir el libro de texto, era solo leer en sus ojos y viajar con ella, siempre arreglada como si fuera de paseo. Después nos picaba la curiosidad y corríamos a la biblioteca de Pre para conocer a fondo las obres que ella recreaba en su mirada.
Es una maestra que dedico su vida a enseñar, pero una empedernida sonadora y por eso en sus cabellos claros vienen a cobijarse las golondrinas, en su eterno emigrar en busca de calor y amor, encuentran refugio seguro bajo el alero de su casa, entre violetas, antes de continuar interminable viaje al Sur.
La ciudad que amo. Ediciones Vigía, 2018